Un caballero pide el tocho más pesado (literalmente) que aflija las estanterías, otro necesita adquirir cincuenta y dos metros de lomos más o menos vistosos y un tercero quiere leer la edición débil de cierta obra.
Una dama sospecha que las novelas de Dickens fueron escritas por su hermana Charlene, otra busca libros de color verde y una tercera pregunta por relatos donde Robin Hood no robe a los ricos.
Demencias como éstas (e incluso más dementes) ocurren a diario en las librerías, esos templos de la inteligencia. El lector hallará aquí una colección de anécdotas pintorescas o definitivamente estrambóticas que le alegrarán la tarde con unas cuantas carcajadas y tal vez socaven la poca fe que aún pudiese tener en la sensatez de la especie humana.